jueves, 14 de julio de 2011

Viva la prensa

Por Mauricio Contreras.

Hace un par de años, llegando a la casa que habíamos arrendado para unas vacaciones, alguien me vió sacar del bolso una serie de revistas y tan sólo un libro. Me miró con cara de extrañeza y me preguntó "¿esas revistas son tu lectura de verano?" No supe que decir. Acostumbrado a llevar la mayor cantidad de publicaciones para mis tiempos libres, nunca pensé que la elección debía restringirse sólo a los textos de tomo y lomo. Para mí la lectura está en todos los formatos y no sólo en novelas, autoayuda o no ficción, independiente de que en vacaciones leamos más.

Creo que en Chile se llega al extremo, en ciertas ocasiones, de castigar socialmente a quien consume revistas y periódicos. Es muy común escuchar en las oficinas "se lo pasa leyendo el diario", como si fuera una pérdida de tiempo o una práctica frívola. A veces puede serlo (cuando existan obligaciones inmediatas por supuesto), pero sería torpe no reconocer que revisar el periódico es un hábito que puede construir y afianzar nuestros pobres niveles de lectoría, un buen punto de partida para incentivar el acceso a otros medios escritos.

En esa dirección, los diarios gratuitos han sido un aporte. Como tendencia a nivel mundial, apuntan a un público que no consume periódicos y han conseguido sumar lectores que disputan de lunes a viernes un número en paraderos, estaciones de metro o semáforos. Este silencioso denómeno debería ser explotado de mejor forma.

De partida, deberíamos fomentar la lectura de revistas en los colegios y dejar de verlas como un medio de matar el aburrimiento en la recepción del dentista o cuando nos cortamos el pelo. Con envidia veo como en  otros países, a pesar del auge de internet, tienen un respeto y una fidelidad por sus publicaciones, que se ratifica mediante suscripciones múltiples y prolongadas, o en el antiguo rito de ir el día de salida a la calle, ir al quiosco y llevarse un ejemplar.

Yo no sé si Chile es un país lector o no. Según estadísticas internacionales, leemos menos de un libro promedio al año, mientras que en Colombia alacanzan los cinco. Una diferencia abismal. Para empezar, habría que dejar de lado aquella pretención intelectual de que sólo consumir novelas y ensayos es válidos, y valorizar también la lectura de diarios y revistas. Cultivar esta afición a todo nivel, desde nimos, partiendo por Condorito y llegando-por qué no- a Cervantes. Sumemos gente y no restemos.

Fuente: Revista Capital Nº 252-15 de mayo al 28 de mayo del 2009.

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